Buscamos ídolos. ¿Por qué? Lo desconozco. Supongo, que cada
uno por una razón distinta y todos por lo mismo. Parecemos los mosqueteros. Sin
embargo, nos cuesta más adorar a algo cercano y cuando más divino parece un poco más fácil nos es ¿Por qué? Lo desconozco otra vez. Pero un hachazo terrenal hace que la masa, a menudo, venere más o
empiece a odiar.
Después de una travesía por el desierto, Alberto Contador,
ha vuelto. Eso, sin haberse ido nunca. Aunque sí, que se ha reencontrado seguramente, a él mismo. Ese que el año pasado busco, una y otra vez, en lo más
profundo de sus vísceras, en rincones inhóspitos de su corazón, de su empeño,
en el cansancio y la desesperación. Ese, que sin saber muy bien el por qué había
perdido su punch, se había ablandado y demasiados se lo reprochaban. Pues luchar
para perder, nunca ha sido lo mismo que hacerlo para ganar. La fama sabe mejor
cuando es por ganador. Por otra parte, las resurrecciones, siempre, han sido algo muy
celestial, muy heroico, muy de pasión. Y así, a resurgido; Vuelve
a sacudir el árbol, haciendo caer la fruta madura por su propio peso. Vuelve a
vencer y a convencer. Vuelve a dispara balas certeras. Tiros de gracia. Vuelve a
hacer que los feligreses esperen en la puerta de su autobús, para que en los
pocos segundos, atento él, en los que sale a agradecer, le puedan venerar. Aunque
solo, es principio de temporada.
Buscamos ídolos. Seguramente, para poder celebrar lo que sin
ellos y por nosotros mismos nunca podríamos hacer. Victorias épicas, historias
creadas únicamente para unos pocos elegidos. Ocurrencias de genios. Ataques repentinos
en lugares inesperados y ataques previstos pero tan certeros que asombran. Alberto, es ídolo de muchos, entre ellos yo, y
sé la razones. Razones que demuestra en cada carrera y después de ellas.
Que siga la fiesta.