Empieza la temporada igual que termina el invierno. Ni los días
son tan largos ni las piernas están aún demasiado curtidas. Destellos, chispas
de clase, de explosión o de fortaleza. Esas son las expectativas para estas
primeras carreras. Y alguna promesa, a veces sin justificar ni acabar de
fructificar, otras, inesperadas y capaces de entusiasmar a todo un sequito de
aficionados siempre a punto para volver a ilusionarse.
Espero con ansioso anhelo poder gozar de un par o tres de
etapas de la Volta
a Catalunya, que este año, sin duda, trae uno de los carteles, tanto a nivel de
recorrido como de participación, mejor. Aquí, en mí tierra, se citan entre
otros y sin saber si están al 70 / 80 o 90 %: Horner, Wiggins, Basso, Froome,
Uran, Purito, Samu, Van Garderen, o Contador. Si estuviéramos hablando
de western los apaches ya estarían acojonados, como casi siempre.
Mientras tanto, los mortales, seguimos haciendo salidas cada
vez más largas. Alguna incluso con tímidos ataques, que no pasan de ser
pequeños cambios de ritmo, gracias haber hecho algún kilómetro más que el otro.
Aunque en público, casi nadie entrena. Sin embargo, te cruzas a diario con un
montón de cicloturistas que como los caracoles con la lluvia, nosotros, con el
sol, nos da por salir. Mentiras para resoplar menos. Únicamente nos gusta jadear en la intimidad.
Las marchas cicloturistas son una excusa para entrenar más; nunca a la inversa.
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