No sé. Es una ilusión inexplicable, casi nueva cada año, una forma distinta de
esperar el verano de cómo lo hacen la mayoría de las personas. Esperar julio
como se espera a un mujer en una relación acabada de estrenar y de odiarlo al terminar la
carrera igual que se odia por desamor. Se acabaron los años del prologo. Se acabaron,
también, la primera semana de los sprinters con caídas masivas. Se acabaron las
contrarrelojes en los primeros días, por culpa de Indurain, para qué esconderlo.
Y se acabaron también, este año, y por primera vez, los positivos a medio Tour.
Se puede recordar por los buenos momentos y se puede
recordar por los malos. Este Tour, en mí opinión, pesaran más los malos. Para
Nibali; los buenos. Siempre, unas semanas antes de empezar esta carrera
comenzamos a oír trompetas de batalla. Retos de duelos al sol. Efervescencia encerrada
en veinte etapas, que sin embargo, si es, como ha pasado este año, agitada con
demasiada alteración, pierde fuelle y atractivo. Imposible culpar. Pero no es
lo mismo para el espectáculo, (me disculpen los ciclistas) perder a los
gregarios en caídas, que los lideres de equipo. La mejor contienda ha sido para
el maillot de la Montaña,
y eso, ya dice mucho de cómo ha transcurrido la Grand bucle. Antes de entrar
en el pavé, en la quinta etapa, el principal favorito y ganador de la última
edición Cris Froome, ya estaba fuera de carrera. Antes de la primera llegada en Alto, en la décima
etapa, el segundo de los favoritos y ganador de tres Tours Alberto Contador,
estaba también fuera de ella. Para el tercero en discordia el camino hacía
Paris ha sido una batalla contra rivales de inferior categoría. Imposible intentar
hacer creer otra situación que no haya sido esta, hacernos creer que hubiera
ganado igualmente el mismo si los dos favoritos no hubieran abandonado. Quizás
sí, seguramente no. Y no quiero menospreciar a Niabali, digno ganador, el que
ha llegado a la ciudad de la luz primero, pero sabemos, los que vimos el Critérum
del Dauphine que al menos pelea, no hubiera faltado. Esta victoria deberá
saborearla Nibali con la acidez de no tener rival pero no por ser el mejor. Y deberá
digerirla igual que lo intento toda su vida Ocaña con la suya.
La soledad a veces, es estar acompañado por quién no deseas.
Si el segundo y tercer cajón ayer, hubiera estado ocupado por otros ciclistas,
seguramente esa soledad sería diferente. De hipótesis no se gana y Tours le
quedan a Nibali para seguir confirmándose. El próximo año con más y mejor,
esperemos. Pero para eso falta odiar al otoño primero,
y al invierno después,
para empezar a enamorarnos de nuevo en primavera.