lunes, 28 de julio de 2014

Crónica de un Tour descafeinado


No sé. Es una ilusión inexplicable,  casi nueva cada año, una forma distinta de esperar el verano de cómo lo hacen la mayoría de las personas. Esperar julio como se espera a un mujer en una relación acabada de estrenar y de odiarlo al terminar la carrera igual que se odia por desamor. Se acabaron los años del prologo. Se acabaron, también, la primera semana de los sprinters con caídas masivas. Se acabaron las contrarrelojes en los primeros días, por culpa de Indurain, para qué esconderlo. Y se acabaron también, este año, y por primera vez, los positivos a medio Tour.

Se puede recordar por los buenos momentos y se puede recordar por los malos. Este Tour, en mí opinión, pesaran más los malos. Para Nibali; los buenos. Siempre, unas semanas antes de empezar esta carrera comenzamos a oír trompetas de batalla. Retos de duelos al sol. Efervescencia encerrada en veinte etapas, que sin embargo, si es, como ha pasado este año, agitada con demasiada alteración, pierde fuelle y atractivo. Imposible culpar. Pero no es lo mismo para el espectáculo, (me disculpen los ciclistas) perder a los gregarios en caídas, que los lideres de equipo. La mejor contienda ha sido para el maillot de la Montaña, y eso, ya dice mucho de cómo ha transcurrido la Grand bucle. Antes de entrar en el pavé, en la quinta etapa, el principal favorito y ganador de la última edición Cris Froome, ya estaba fuera de carrera.  Antes de la primera llegada en Alto, en la décima etapa, el segundo de los favoritos y ganador de tres Tours Alberto Contador, estaba también fuera de ella. Para el tercero en discordia el camino hacía Paris ha sido una batalla contra rivales de inferior categoría. Imposible intentar hacer creer otra situación que no haya sido esta, hacernos creer que hubiera ganado igualmente el mismo si los dos favoritos no hubieran abandonado. Quizás sí, seguramente no. Y no quiero menospreciar a Niabali, digno ganador, el que ha llegado a la ciudad de la luz primero, pero sabemos, los que vimos el Critérum del Dauphine que al menos pelea, no hubiera faltado. Esta victoria deberá saborearla Nibali con la acidez de no tener rival pero no por ser el mejor. Y deberá digerirla igual que lo intento toda su vida Ocaña con la suya.


La soledad a veces, es estar acompañado por quién no deseas. Si el segundo y tercer cajón ayer, hubiera estado ocupado por otros ciclistas, seguramente esa soledad sería diferente. De hipótesis no se gana y Tours le quedan a Nibali para seguir confirmándose. El próximo año con más y mejor, esperemos. Pero para eso falta odiar al otoño primero,
y al invierno después, para empezar a enamorarnos de nuevo en primavera.          

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